Pintura de estilo rococó realizada por el pintor aragonés Francisco de Goya en su época juvenil para la decoración de la Basílica del Pilar, que entonces estaba a punto de ser concluida. Realizada en Madrid entre 1775 y 1780, muestra el deseo del autor por agradar al público de la corte. Fue adquirida para el Museo del Prado en 1877, por órdenes del rey Alfonso XII, quien pagó 8.000 pesetas a los herederos de Manuel Chávez, a quien Goya la vendió tras ser rechazada para decorar la Basílica del Pilar.
La Virgen María con el Niño en brazos, San Juanito y San José son los protagonistas de ésta escena, en la que destaca la iluminación, al emplear un potente foco de luz que deja el fondo en penumbra y resalta las figuras, siendo éste lenguaje típico del Tenebrismo. Los rostros están bastante idealizados, siendo el más bonito el de María. San José sería una figura algo más naturalista, quedando en semipenumbra. El dibujo empleado por Goya es perfecto, destacando los pliegues del manto de la Virgen. El colorido, algo monótono y oscuro, estaría en consonancia con los dictados académicos del momento.
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